Atisbo
Dije que no lloraría,
pero los ojos se salieron de sus cuencas
vomitaron lagunas azules y rojas sobre el suelo,
imperceptibles por la costumbre.
Peces saltaron hacia bocas taciturnas
en un mundo de casas con bombillas de limón,
de aguacates al revés
de miedos que taladran el odio que se compra,
se acomoda.
Porque te quiero, cabeza de sol.
Te amo enclenque o hilvanando sombras endulzadas con café
olvidando cómo se extraña la cotidiana autosugestión,
su universo de cosas
para borrarte;
borrar que lacto de tu noche, de tu brillo,
de tus párpados, un poco transparentes
cubiertos aun con monedas
para no verte por dentro.
[
El infierno siempre asusta
cuando es sepultura de siglos.
Hoy has tenido un atisbo
y yo te amé más que nunca
cuando un Padre habló sin llanto
(posé los dedos en mi frente)
“vámonos, tenemos una lucha por delante”
y el sol más bello
entre charquitos
le siguió.
[
Escúchenle.
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