Ante todo desde que no me siento con deber de asistir a ningún lugar o espacio de índole religioso o que aluda a práctica colectiva de creencia alguna.
En mi templo creo y practico lo que deseo sin limitaciones.
Nada como la creencia de creer en sí mismos.
Si desea iniciarse en esta creencia no sectarista ni religiosa, favor de llevar paracaídas e ir juntando kilos de información, armas y herramientas a cada paso.
Le serán útiles, ya que encontrarse puede convertirse en un proceso sumamente peligroso:
Una caída en picada. Un laberinto sin fauno. Un viaje a la tierra de OZ buscando el País de las Maravillas. Una caminata de Dorothy sin zapatos. Un viaje subterráneo al infierno de Dante sin extintor. Un intentar sobrevivir el hundimiento del Titanic. Una peregrinación en barco vistiendo una armadura oxidada. Una guerra tolteca entre brujos y guerreros. Un viaje intergaláctico a planetas coloridos en que todo cobra vida...
(Etc.)
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Anoche hizo un tin de frío en la montaña.
Dormí con doble abrigo, bajo sábana y manta peruana; la que huele aun a sierra.
Es como si mi subconciente extrañara un frío que realmente casi desconozco.
Total, cuando llega el sudoríparo horno de nuestro eterno verano, la gente chorrea en su caldo sólo por pestañear.
Encima hay que vestirse.
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Si usted es de los que creen en la rectitud incuestionable de fanáticos puritanos con vida pública que se destacan por ser fabulosos perfeccionistas que todo censuran, le recomiendo esta lectura.
Mejor que novela rosa o programa de chismes destructivos (dos estilos que me producen arcadas), esta historia es real.
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