Me estaba desenredando el pelo mirando por la ventana.
De repente, allí estaban: 3 adolescentes, hijos de su mamá (esos que todo lo tienen a pedir de boca sin mover un dedo, siempre lindos, con ropa de marca), subidos a un techo arrojando piedras contra los carros que pasaban por la carretera cuando estos se alejaban.
De pronto se escuchó un vidrioso crash y, ellos, locos de alegría, se lanzaron del techo al suelo entre risas, como gatos en película, desapareciendo de la escena que causaron en apenas un minuto.
Entonces, tuve un flashback.
Finales de los 80.
Una dulce urbanización de clase media en Puerto Rico.
Ciertos nenes de mami amarraban cables finos de alambre o hilo de pescar de un lado a otro de la carretera en una cuesta, donde la oscuridad no recibia luz directa de focos en las noches y los carros pasaban a cierta paranoica velocidad al bajar la cuesta. Los colocaban siempre a nivel de bonetes y parabrisas.
Otras noches, encendían llantas en un cerro, creando un incendio que tomaba días apagar a los bomberos. Saltaban entre las casas ligándose a las chicas, robando su ropa del tendedero, asustando ancianos y velando el momento para extraer de las neveras vecinales alcohol y lo que encontraran atractivo.
Explotaban cuartos de dinamita frente a la casa de ancianos operados del corazón. Se colaban de madrugada en una escuela y se robaban los clavos de la cruz, dejando un desastre.
Explotaban cuartos de dinamita frente a la casa de ancianos operados del corazón. Se colaban de madrugada en una escuela y se robaban los clavos de la cruz, dejando un desastre.
Mientras, sus padres, responsables, profesionales, religiosos, respetados, serios, dormían al son del aire acondicionado.
Una noche una vecina los vio en uno de sus arrebatos destructores y llamó a la policía.
Horrorizados, los padres salieron en su defensa.
Los "nenes", señoritos de la urbanización, se abrazaron llorando a sus madres, tan respetadas en el pueblo.
No pasó nada. Hubo hasta disculpas de la informante.
Meses después la vecina regresaba de un crucero, cuando notó que "alguien" había dejado caer un bloque de cemento sobre el cristal delantero de su carro. Las llantas vacías y secuelas de una fiesta en medio de la sala con restos de hot dog, añadían dramatismo y terror a la venganza-recepción.
No hubo testigos. Nadie vio o escuchó nada.
No hubo testigos. Nadie vio o escuchó nada.
Los autores de la "fiesta" hoy son padres, la mayoría, ausentes de las vidas de sus hijos. Otros, consentidores, motivadores de maldad y crueldad egocentrista en sus hijos.
Tal vez ven en tal conducta el único camino hacia la autoestima y comunicación paterno-filial que ellos mismos carecieron.
Pero se equivocan. Están criado cuervos.
Tal vez ven en tal conducta el único camino hacia la autoestima y comunicación paterno-filial que ellos mismos carecieron.
Pero se equivocan. Están criado cuervos.
Lo malo de estos cuervos, es que no sacan los ojos a sus criadores, sino a toda una sociedad.
Los tiempos pasados no fueron mejores.
En ellos está el origen de este hervor iracundo, febril y sin cerebro que hemos creado.
Nos hartamos de culpar a educadores, Gobierno y estatus del caos que vivimos, pero somos las mujeres, hombres y sociedad completa los responsables de que esto se nos saliera por completo de las manos, de los pies, del centro del pecho, del agujero en el bolsillo, unos, por sobreprotección, otros por no importarles, otros por falta de tiempo, otros porque sencillamente, les llena de orgullo que sus hijos sean "listos", fuertes, machos, mejor definido como hijos de putos.
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