miércoles, 15 de noviembre de 2006

Ojos de agua

Ella llegó de visita ayer a mi casa y al doblar la esquina del pasillo, aun sin verle, sentí el calor que emanaba de su cuerpo. Le percibí perdida, enajenada, sumida en su interior. Saludé a los presentes y como un ritual que sólo los míos toleran como parte de mis extravagancias, toqué los rostros y frentes de todos, entre bromas, buscando comparar temperaturas. Tras el día bajo el sol tropical subidos en un auto atravesando embotellamientos, ella parecía más caliente que los demás. Dudé y busqué el termómetro digital.
Sí, tenía fiebre, una extraña fiebre lejana.

En la mañana mientras me vestía, la cremallera de mi jean se rompió. ¿Mal augurio? ¡No! Prisa por ir al baño. Me cambié y fui de compras entre el tumulto enloquecido de gente que buscaba evitar el gasto adicional producto del nuevo “hola, ¿cómo estax?” impuesto en mi país. Llovía.
El pueblo lucía tan gris como esa ciudad que llevo en mi alma. No sé por qué recordé el pasaje bíblico de las vacas gordas y las vacas flacas.
Ya en el súper apareció un loquito, que no sé si es loquito o alguien con alguna incapacidad mental perdido entre la gente.
Es un chiquillo de unos 30 años. Su rostro es de niño, con mirada inocente, y una sonrisa enorme que hace brillar sus ojos negros. Una chica se reía de él, porque comenzó a hablarle cosas tan tontas que eran chistosas, mientras los demás le miraban esquivos.
Sabía que cuando pasara por su lado me hablaría. No sentí miedo.
El niño-hombre me sonrió, le miré a los ojos y devolví la sonrisa. Entonces él muy alegre me habló de la Navidad, que había muchos regalos, que me comprara un pavo porque ya habían llegado, y fue corriendo a buscarme uno. Yo moría de risa, porque todo lo hacía con esa chispa energética que tienen los niños, corriendo de un lado a otro alegremente, tocando todo a su alrededor.
Le contesté, “qué bueno, ¿verdad?, ya casi es navidad”, aunque él no sabe que para mí es una época de variados matices. Hasta me creí estar tan feliz como él, de manera que quise ir a comprar un pino o saltar como duende por todo el súper. Claro, no lo hice.
Todos lo evadían y comenzaron a evadirme a mí por hablarle. Nunca abandoné mi niña interna, por eso creo que entramos en comunión. Cuando me retiraba, me ayudó a sacar mi carrito de una encrucijada en la autopista gondolera de carritos atormentados por el peso de sus víveres, entre festejos y risas, tan feliz. Sentí que lo amaba, como se ama el mar. Me dijo adiós meciendo la mano en alto y se quedó en su puesto de recepción. Entendí que ese era su “juego”.
De repente se fue la energía eléctrica, justo cuando estaba lejos de mi carrito donde había dejado mi bolso. Fue paranoica la manera en que me disparé de regreso a rescatar mi bolso al quedar todo en blackout. La desconfianza adulta había regresado.
Al salir llovía a cántaros. Me fui huyendo bajo el aguacero y la espesura blanca, con sensación de ansiedad, entre risas y chillidos, empapándome. Un hombre me miró con incredulidad. Al rato le vi correr bajo la lluvia hacia su auto. No puedo entender que la gente se paralice de temor ante la lluvia, cuando se derrama regalándonos palabras de agua que nadie parece escuchar.
Empapada y sin aire en mi auto, comía pan integral aun caliente y mojado mientras manejaba. Creo que escuchaba a Jaguares. Podría haber llorado entonces y nadie lo notaba. Pero no habría sabido por qué razón eran mis lágrimas.

Me ha sucedido desde niña, percibo cosas que no comprendo y que hasta hace poco menospreciaba; del pasado, de la gente, de lo que sucede o sucederá.
Por no saberlo manejar y por preferir la comodidad de no creerlo a causa de los sustos que me ha provocado -como percibir muertes de conocidos o sucesos que van de lo trivial a eventos que han cambiado la historia de la humanidad-, tal don, si es que el nombre no le queda grande, es un problema, porque por más que quieras llenar esos canales de ruidos o toxinas para no percibir las cosas, de pronto te descuidas y reaparece, dejándote con sensación de impotencia y ese “percibo algo, pero no sé qué exactamente”.
Mi abuela paterna era así, pero ella lo tomaba tan natural. De pronto miraba muy tranquila el reloj y decía: “ah, ¿son las 3 de la tarde?, creo que fulana murió”, luego continuaba sus tareas como si tal, sin más alarma, ni ansiedad, como quien sabe qué sucede, pero nada puede hacer o no debe. Siempre pasaban las cosas según ella las presentía, y nadie opinaba al respecto, ni ella misma. Su calma y tranquilidad aferrada a una fe callada y su alegría, les hacía tomar sus palabras como parte de su personalidad. ¡Cuánto habría querido que ella me explicara de qué va el viaje!
Pero ni así quise prestarle mucha atención al tema.
Menos ayer.
A la fiebre de ayer en mi tía, sí le presté atención, porque he aprendido de nefasta manera, que el mayor problema consiste en No Creer en el primer mensaje o videncia que la energía te brinda, que por lo general contrasta con el mensaje que envía la gente en sus actos, apariencia y palabras.
Hoy supe de mi tía. Le encontraron en su casa sobre el suelo sin capacidad de hacer nada, ni controlar su cuerpo en sus necesidades básicas.
Le han llevado al hospital en ambulancia. Una recaída producto de un tumor canceroso extirpado de su cerebro que parece reincidir, le ha enviado a otra dimensión de percepciones y palabras. De repente ella no es la persona que conocí. No sé si habita el presente o sus recuerdos, o la misma dimensión del niño-hombre del Súper, pero hoy mis ojos son de agua.



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2 comentarios:

Yolanda Arroyo Pizarro dijo...

Mis ojos hoy tambien son de agua. Que bien escribes. Quien eres? De `donde has salido? Por que tarde tanto en encontrarte????

Me gusta tu prosa. "el mayor problema consiste en No Creer en el primer mensaje o videncia que la energía te brinda", genial linea.

Ana dijo...

Rayos, me he sonrojado!
Quién soy y de dónde he salido, son preguntas que también me he hecho. Más o menos tengo una idea ya, pero la temperatura está bajando de 68 grados F y no me deja escribir la artritis. :D
Debería estar durmiendo, arropá' de cundiamores, pero me acosan videos mentales al centro de la isla.
Gracias por hacer mi madrugada, qué digo?, mi día!

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