“We made the mountains shake with laughter as we played, hiding in our corner of the world.”
Children of the sea, Black Sabbath
La esclavitud del corazón
El día que te mire por dentro, los rayos del sol se harán estallidos de confeti. Seguramente el sol se eclipsa y te convences que soy bruja, expulsando tu circunstancia de temores aprendidos.
Fue así que comenzamos la prueba de fuego: hablar de política o religión. Asunto intencionalmente prohibido hasta en los bares campesinos donde los hombres entran a dejar su escaso ingreso de la semana, mientras sus mujeres miran TV tumbadas en la misma cama a la que ellos regresan podridos de la vida y su violencia, de los intocables glúteos en vídeos de reguetón, de sudor alcoholizado; y ellas se fingen dormidas hasta que ellos se buscan amantes o les pegan, antes de pedirles perdón cíclicamente.
Yo pensaba todo eso, citando al opio de los pueblos como primitivo origen de errados conceptos, por lo que me llamaste atea. Feliz te dije que era preferible serlo a ser esclava de manipulación y mentiras milenarias, que ya bastante tenía con ser esclava de mi cuerpo y sus necesidades básicas, de mi piel, de mis huesos, de mis genes y memes, de mi cerebro y demás órganos, incluyendo al corazón, que me pedías y yo negaba, y de mi alma, si tenía. Y mientras enumeraba esclavitudes, las iba desnudando como piel de serpiente, animal que consideras malo y a mí sólo me asusta, pero, si puedo, lo mato.
Y ríes, y amo tu risa que me provoca danzar como serpiente encantada, circular, tendida, serpenteando besos sobre tu cuerpo.
Children of the sea, Black Sabbath
La esclavitud del corazón
El día que te mire por dentro, los rayos del sol se harán estallidos de confeti. Seguramente el sol se eclipsa y te convences que soy bruja, expulsando tu circunstancia de temores aprendidos.
Fue así que comenzamos la prueba de fuego: hablar de política o religión. Asunto intencionalmente prohibido hasta en los bares campesinos donde los hombres entran a dejar su escaso ingreso de la semana, mientras sus mujeres miran TV tumbadas en la misma cama a la que ellos regresan podridos de la vida y su violencia, de los intocables glúteos en vídeos de reguetón, de sudor alcoholizado; y ellas se fingen dormidas hasta que ellos se buscan amantes o les pegan, antes de pedirles perdón cíclicamente.
Yo pensaba todo eso, citando al opio de los pueblos como primitivo origen de errados conceptos, por lo que me llamaste atea. Feliz te dije que era preferible serlo a ser esclava de manipulación y mentiras milenarias, que ya bastante tenía con ser esclava de mi cuerpo y sus necesidades básicas, de mi piel, de mis huesos, de mis genes y memes, de mi cerebro y demás órganos, incluyendo al corazón, que me pedías y yo negaba, y de mi alma, si tenía. Y mientras enumeraba esclavitudes, las iba desnudando como piel de serpiente, animal que consideras malo y a mí sólo me asusta, pero, si puedo, lo mato.
Y ríes, y amo tu risa que me provoca danzar como serpiente encantada, circular, tendida, serpenteando besos sobre tu cuerpo.
Para cuando te miré por dentro, tu voz colonizaba mi oído entre poemas de agua que conoces de memoria (cosa que a mí no me embelesa, ¿o sí?), elevándonos en luces y sombras, perpetuando dualidad.
Y recordaste a Jim Morisson. Yo refuté que está muerto. Tú predicaste que no escuche a Black Sabbath en viernes 13, y reí mordiéndote el cuello entre encendido de velas al medio día; tú embebiéndote perdido en mi aparente desierto. Hasta que el sol estalló en confeti eclipsándose en el cielo, liberando al corazón.
Y recordaste a Jim Morisson. Yo refuté que está muerto. Tú predicaste que no escuche a Black Sabbath en viernes 13, y reí mordiéndote el cuello entre encendido de velas al medio día; tú embebiéndote perdido en mi aparente desierto. Hasta que el sol estalló en confeti eclipsándose en el cielo, liberando al corazón.
Sí, éste es mi credo.
© ALR, 2007, Puerto Rico
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