lunes, 17 de noviembre de 2008

Cuando todo se desconecta


“…The jaw bone connected to the skull bone
The skull bone connected to the neck bone…”
Dem Bones, by Dennis Westphall


A veces la vida es como una enorme caja de tuercas, tornillos, arandelas y una suerte de elementos que juegan unos con otros, se asemejan, pero sólo uno es la pieza exacta que proveerá unidad significativa y útil con otra, para el proyecto final en movimiento.
Cuando se unen piezas que en apariencia son las correctas, pero no lo son, siempre queda algo suelto. Un espacio con posibilidad de desconchufle y ruptura, de desastre.

De niña tenía una caja de tuercas, tornillos y arandelas de colores, que con ayuda de un martillo, alicates y destornillador de plástico, se suponía facilitaba estrategias para alcanzar la madurez y asegurar un mejor paso hacia la vida adulta.
El problema era que nunca supe para qué había un martillo en ese juguete, pues representaba sólo problemas.
No podías martillar un tornillo adentro del hueco en que se suponía iba, pues su rosca evitaba que encajara a golpes, tendrías que haber usado los dedos u otras herramientas que apenas sabía manejar.
Por razones de "seguridad", mi madre retiró el destornillador y alicates plásticos del juego, dejando sólo el martillo que, por su forma chata y ancha, parecía menos peligroso.
Así me encontraba un día, martillando un tornillo en la vieja cocina, cuando harta de intentar lo imposible, me llevé el martillo a la boca para probar su enigmático sabor.
Mi madre volteó y al verme martillo en boca, me regañó de alguna manera que me asustó, y del susto me golpeé la encía con su mango.
No recuerdo más, tendría entonces 3 ó 4 años, pero hubo algo rojo saliendo de mi entonces ardorosa encía que estuvo hinchada por días.
A partir de esa experiencia, no vi el juguete más.
Fue algo así como una confiscación y de nada valió que más tarde abriera teléfonos, radios, abanicos...
El placer de descubrir un fin desconocido en algo lindo y colorido fue a parar a la creación de este Blog, lleno de tuercas, tornillos y arandelas regadas por todas partes, pero que adecuadamente ensambladas constituyen un todo.
Hoy me siento así, con ganas de martillar primitivamente los tornillos en huecos que no caben o de tragarme el martillo y botar el juguete pa’l carajo.

No lo haré, ya no tengo 3 años y he aprendido que hay situaciones en que un martillo termina sobrando.
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