lunes, 30 de marzo de 2009

La tremenda armonía y La vida da vueltas

La tremenda armonía

la tremenda armonía nos espantó.

será que soñamos
y allí nos quedamos
inmóviles, ciegos
carentes de luz
conformes con nada,
alucinando.

al séptimo día
vimos que fue terriblemente malo
y descansamos.

© ALR, 2009

La vida da vueltas

Yo era estudiante, aprendiendo a manejar un auto de 5 cambios.
La carretera, una cuesta empinada, bajando.
Había llovido todo el día. Una mujer salía de su oficina con todo el orgullo y pompa de boricua recién acicalada en día de pago.
Frente a ella, un enorme bache.
En lugar de frenar, aceleré.
Empapada de arriba a abajo, la mujer alzó su puño.

¡La vida da vueltas! gritó con odio amenazante, no una, varias veces.

¿Qué dice esa mujer?, pregunté a un amigo que iba a mi lado.
Estás brutal, me contestó, enchumbaste a esa vieja que es una amarga.

Me sentí fatal.
Si lo hubiese hecho a propósito, seguramente habría fallado.

Al día siguiente la busqué para pedirle excusas:

Discúlpame, no te vi ayer, estoy aprendiendo a manejar y...

¿Y te atreves a tutearme? ¡Eres una atrevida! Fusiló y siguió de largo con odio en la mirada.
A partir de ese día, luchó por ignorarme, especialmente cuando yo entraba a por asistencia en la oficina que ella estaba a cargo.

20 años después le vi en la fila del súper.
Sonreí. Sonrió.
Entonces me reconoció, puso ojos de loca y salió despavorida, como quien ve una aparición.
Antes me asustaba o deprimía, al ser homenajeada con reacciones similares de parte de personas que hacía años no veía.
Ya no.
Es como si distintas personas tuvieran distintas historias de mí, que han sido su motivo para odiarme, y eso me apasiona, me enamora y deleita, porque, ante todo, seguramente son ciertas, y sería interesante una recopilación, en aburridos tiempos de gran depresión económica postInternet.

Hoy recordé sus bendiciones acerca de la vida, y me imaginé llorosa, harapienta y sucia, pidiéndole que me comprara cosas viejas sacadas de mi clóset en un semáforo, y ella feliz, perfumada, bajando sin prisa el cristal de su auto del año, para, con burla y desprecio, mandarme al carajo.
Porque, ¿qué más vueltas puede dar mi vida, que las que ha dado desde aquél día en que me creía dueña del mundo y ella me maldijo?
O sea, ¿quién diablos me creía yo?
Si los únicos dueños del mundo son los perfectos al poder, que jamás cometen un error, y mi vida es comedia de errores.
Qué triste, ¿no? Si quieres llorar por mí, puedes hacerlo ahora.

Luché con todas mis fuerzas por ser perfecta durante años, pero como nunca resultó, he inventado esta terapia de visualización*:

Voy en mi auto, aprendiendo a manejar.
Veo el apestoso bache, la veo a ella con su ropa nueva y tinte rubio recién retocado.
Carcajeo malévolamente y, splash!
La escena se repite indefinidamente hasta que ella, pidiendo clemencia, aprende su lección:
¡La vida sí que da vueltas!
¡Pero conmigo se mareó!

*Obviamente niñas, esto no se hace.
Es terapia sólo apta para brujas, serpientes malas y otros absurdos del síndrome premenstrual, que (nunca lo olviden) nos hace diosas.
:

Actualización:

Donde lee "pedirle excusas", debe decir "ofrecerle disculpas", jeje, no sé en qué estaba pensando. :(

Lo otro:
Olvidé mencionar que, cuando la mujer alzó su puño maldiciéndome, yo creí que me decía adiós, así que hice lo mismo, mostrándole una amplia sonrisa, antes de seguir de largo (quizás por eso fue su rabia, jiji).
Upsss!
XD
:

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