martes, 5 de enero de 2010

Poesía = 3 + 1 = 4. What? Eso.


I.



La niña se caló el sombrero
colores, sombra y sonrisa

de su vientre hecho tapiz

cuelgan guirnaldas mortecinas

un pez de goma, flor siniestra
bajo aguacero de golondrinas.

Mira que llueve y no escampa
el exquisito recuerdo de los árboles
en agua irredenta, solidifica.

¿Quién hablará de monos y serpientes
del agua que seca membranas
de su alma de todos, que es vida?

Necesitamos cumplir mínimo con Marlow
enterarnos que cristo nunca vendrá
explotando, 
chamuscando.
Que quien te ama no te destruye 
mientras toca su violín.
Que quien te ama está en acción
dispuesto a morir

¡
por no dañarte más!

¡Alto el fuego Caín, alto el fuego!
¡Alto el fuego Caín, alto el fuego!
¡Alto el fuego Caín, alto el fuego!
Decretan mutantes y brujas de besos,
in the memory of trees.

II.


Nunca te dije 
en el instante preciso en que Thelma y Louise 
se decidían a dar el salto, 
fui ambas.

Tampoco te hablé de los gatos y perros que
dejan regalos en mi patio
para recordar que mi sentido de olfato aun funciona.
Ni de los cristales de colores en los que pienso a diario
buscando crear, sobre demolición.

El poeta no necesita explicar fantasías y videncias
al cómplice de sueños, vida de su barro.

¿Por eso dejamos de hablar de manera audible?

Siento tu aroma en el aire al escribir estas palabras.
¿Estás aquí? ¡No te vayas!
¿O será que el vecino usa el mismo perfume?
¡Cuánto jode el alma tu silencio!
Y cuando el alma exilia, ¿qué nos queda?
¿Lanzarnos a dormir como Thelma and Louise?
¡Pues no quiero!
Me gusta demasiado tu recuerdo.
¡Demasiado, olvido, demasiado!

III.
Melquíades

Melquíades, muerto sin muerte,
¡ven a curarnos la zurumbática peste del insomnio!
Mira que olvidamos lo olvidado
y los fundadores se han vuelto freaks furiosos.
Habrá que atarles bajo un castaño, para que
su fanatismo no nos destroce más.


Luego podrás dejarte caer por ahí,
fingiéndote muerto que abraza su muerte.
Siempre regresando.
Por ahora, de nada sirve saludarte
si apenas nos enteramos
de estar rodeados de agua por todas partes
y que esa agua es buena, noble, vital
para algo más que arrojar en ella
nuestra basura.

*Basado en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

IV.
Claroscuro

Te vi en la tele 
y recordé que me llamabas “tu reflejo”.

Dime que esa horrenda camisa fue orden de producción.
Que ha sido el disfrute quien te ha arrancado el pelo
(era de seda y se pegaba mojado a tus sienes).
El mío ha nadado por mi espalda
y el alma vestida de cuerpo se me torció.


No así mis sueños.

Hoy te vi sin emociones mixtas
asombrada con tu pelo y tu camisa.
Gajes de oficio.
Como arañar el suelo
en vampirismo voluntario
recorriendo muebles y paredes
saldando antiguas deudas de placer
y el cerebro flasheando por otra gente,
presos de nosotros mismos.

Dale, pinta eso.

Sin omitir que jamás te sedujo la poesía.
Sí la transparencia surreal de la entrega.
El hambre de espejo.
La huida.
Sin omitir lo que pensabas en tu estudio
con mi cabeza agitándose perfecta
entre columnas de jean.

Dale, píntanos y di 
si no me amaste ni un poquito.

Yo tampoco.

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© ALR, Puerto Rico, 2010
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