martes, 20 de abril de 2010

En pie

Primero habría de desentrañar la mentira, el miedo, cada debilidad, todo lo absurdo.  Todo lo aprendido, tan cuidadosamente insertado en sus memes, en su psiquis.  
Desenmarañar por qué un te amo la hacía desentenderse de sí, adicta, presa.  Por qué la rabia acosaba sus vísceras cuando el ataque venía de afuera, la discriminación, la burla.  
Se buscó.   
Lo buscó todo con tanta desesperación como paciencia.  Se aisló. Varios poetas le condujeron por cada ciclo de su infierno.  Comió con hambre del árbol de la ciencia. Se vació como se llenó.  Se supo pobre, roída, sola en esto llamado con tantos nombres. 
Un día cualquiera rostizaba pimientos, cuando le vio.  La verdad de todo, de todos y de sí paseaba desnuda de huesos y caricias, su código descifrado, su caja de Pandora abierta.  
A partir de ese instante tan bello como perturbador se supo Crista de eléctrica sombra, el final de una guerrilla de guerras, con el claro fin de obtener la única paz posible para el homínido en dos pies: 
la que emerge del respeto.


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