Lloró con los ojos dormidos al recordar:
Odiaba regresar a casa.
Dolía cada paso en su regreso.
Dolía, con algo que agarraba el pecho y apretaba la garganta.
Dolía con asco volver a aquél silencio amórfico, a aquella oscuridad. A su almacén de objetos inútiles, mohosos, cayendo sobre su cuerpo al abrir un cajón. A sus huesos de pollo partidos a brutal golpe de cuchillo. Se atoraban en su garganta como gran verdad. A su paranoia ajena, confinada entre cadenas, cerrojos, pasadores, ventanas cerradas a presión, muebles y tablas podridas atravesando puertas, candados y rejas. A aquella voz inacabable entre dientes, sin público ni receptor. La misma que dijo, tú cállate la boquita, que ese hombre aquí no vuelve más.
Y no volvió.
Tampoco su alegría, su visibilidad en la esquina del parque, atada a su lonchera de latón apestosa a jugo rancio, a saliva y uñas arrancadas con los dientes.
Creció odiando regresar a casa.
Por eso se ha quedado adentro.
*
© ALR, Puerto Rico 2010
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