lunes, 18 de octubre de 2010

Y si nada es casualidad



Y si nada es casualidad, 
qué hago a orillas de una silla, tecleando palabras con vago índice derecho a las 5:30, acomodando mis lentes -pata rota- oreja derecha, con el del corazón y el anular, mano izquierda entre el pijama y la cara interna de mismo muslo, mi codo izquierdo sobre mi rodilla izquierda, mismo pie sin ropa subido sobre el borde de mi cama, mi cama deliciosa y pesada como lápida que, espero, nunca cubra mi cuerpo. 
Pero ya sabes cómo es la vida. 
Se mata a sí misma, se resigna o se reinventa, y si no puedes con su absurdo, te revienta. 
Ya ves los 33 Héroes Mineros del Sur, casi quedan con panteón indeseado y totalmente inmerecido, pero a los humanos que les aman se les ocurrió extrañarles, ubicarles, salvarles.  
¡Y lo hicieron! 
Ahora son parto múltiple del vientre de la tierra, Maestros que hablan palabras aprendidas en la oscuridad. Porque conocen el útero de la Madre y sus secretos, conocen la oscuridad, como la luz, conocen del miedo humano a dejar de serlo. Porque entendieron qué mueve a continuar deseando la vida.
Y le llamaron Dios y fue bueno. 
Igual llamémosle por su nombre: pujanza del pobre + presión internacional + ingeniería súper sensacional; todos queremos ser bellos y amados, comer del pan que salva de no volver a vernos. A veces, hastiados de muertes en negación, de represión y silencios, de traicioneros como amigos por la vida, acomodamos los labios a la sonda que escupe supervivencia, mamamos. 
¿Hasta cuándo morir y mamar?
La comunicación sólo ayuda cuando el comunicador no juzga.

Ya escribo a dos dedos, como quien alegre suelta una piedra. Crucé mi rodilla derecha sobre la izquierda (¿debo aclarar, sin alusiones políticas?). 
Ya estiro mis dedos halándolos unos con otros por los pelos, tronándolos, excusándome por no ser renacida, por no teclear a 10 dedos como manda el viejo dios de la mecanografía. El diablo carpal tunel me hizo olvidar, nunca olvidarte, hasta matar los mártires inyectados en mi memoria, todas mujeres, todas vírgenes, sin más serpiente por aplastar que su propio sexcrificio y codependencia, su esclavitud de consumo. O sería otro sueño colonizado.
Me extrañas, y surge una cápsula desde la superficie.   
Mientras, no envíes demasiados alimentos. Envía música y más sol en la mañana, menos ruido de camiones, menos hedor a gasolina, menos desorden.
Estamos bien en el refugio, los 3. 
Mi ego, mi autoexilio y tu espíritu, inconscientemente incondicional.
Si gustas, nos leemos en Twitter, aunque ya ni esas cosas son seguras por estos 
insu-lares.
Nada lo es, guerrero mío.

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© ALR, Puerto Rico 2010






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