sábado, 2 de junio de 2018

De árboles, gatos, muertos y María Antonieta



No sé cómo llegué aquí.
A este Amazonas triste y feliz trabado de emociones con mil rostros.
Duelen los ojos.
Un perro ladra cerca pidiendo que relate lo de ayer.

Ayer, dos trabajadores en mi propiedad mantuvieron con una vecina la siguiente conversación:

Oye, Fulano, dijo ella, tú no sabes qué será bueno pa'  "sacar"  a unos gatos de aquí?
Es que aquí hay unos gatos que se pasan jodiendo toda la noche (nótese que el "aquí" al que hacía alusión no es el "aquí" nombrado al inicio de este post, y que, "sacar" en mentalidad de corrupto -colonial habitual, se refiere a asesinar).
Ay, mijo, continuó, y yo que odiooo los gatos, saboreó, extendiendo la palabra odio.

Uno de los dos hombres le contestó:
¿Gatos? Puej, lo único que yo conozco es 'tres pasitos'!
Y rió.

Ja, ja, ja, rió también la vecina, cortándose seca en plena carcajada.
Pero yo creo que eso ya no lo venden, selló con tristeza.

Pregúntale a fulano, siguió el trabajador (refiriéndose al esposo de la mujer), él sabe de tres pasitos.


Silencio eterno entre ambos.
Duración, dos segundos.


¡Fulanooo, fulanooo!, rompió el silencio la mujer llamando a su marido con voz de urgencia.

Y se fue.

La hija de mil putos se fue y no alcancé a grabar la conversación.

Pero me quedó claro.
Varios gatos estaban en peligro de ser asesinados.

Esta mujer es la misma que hace años pateó durante semanas, cada amanecer, el tronco de un árbol que había sido replantado para salvar su vida tras un huracán.

Esto, lo presencié con estos ojos que han de ser donados a los gusanos.
Mientras, profería un monólogo demente por lo bajo, maldiciendo el árbol, llamándolo "mierda, porquería".

Una mañana, el árbol, delgadísimo ante el ataque cotidiano, apareció tendido sobre la acera sin posible recuperación.

Esta mujer es la misma que levantó una micro-protesta harta de odio contra otro árbol que sí se salvó de huracanes y patadas, logrando servir de nido a cotorras, búhos y otras aves, filtrando oxígeno y ruidos con sus miles de hojitas, que, renovándose en otoño, caían y caían, y caían...
Al punto que otro vecino profería gritos soeces contra el árbol por sus hojas que "ensuciaban la entrada de su casa".

Así pues, ambos vecinos unieron fuerzas y entre chistes bullies y tazas de café, maldecían las hojas del árbol que, según decían, atentaba contra la sanidad y estética de su calle.
Luego, reían a carcajadas, burlándose del abandono de la casa que los separaba, de su grama alta, su pintura escamada, y otras tragedias que suceden a las casas cuando sus dueños enferman, pierden sus ingresos, empobrecen y carecen de ayuda externa.

Un día, aprovechando que el frondoso árbol también "enfermó", lograron sacarle un dudoso sí a la anciana dueña de la casa.
Segundos después, apareció una súper sierra a devorarlo.

El aire, los ruidos, la temperatura, la vida, ha sido un infierno en crescendo desde entonces.

Pero volviendo a los gatos.
Yo tengo un gato. Otra vecina tiene dos. Los que pernoctan en el patio de la vecina odiante/hater son otros.  Gatos homeless, hambrientos, heridos.
Gatos vivos en fin.
Tan vivos como lo estaba uno de mis gatitos antes de morir aplastado por un vehículo frente a mi casa. Tan vivos como los vecinos haters.

Aquí no se puede dejar árbol o mascota alguna sin protección o vigilancia por un segundo.

El club de viejóvenes retirados dedicados al odio y a cobrar sus altas pensiones producto de panismo, oportunismo y corrupción en esferas gubernamentales, se encargan de eliminarlos.

Estos demonios y sus familias pertenecen a un grupo que no ha dejado la Isla para irse a vivir/morir en la diáspora.

Estos demonios y sus familias fueron a votar en las recientes elecciones. La mayoría se identifican con el partido político insular que manosea una relación de estadidad para Puerto Rico y son muy "tolerantes" desde su  hipócrita puritanismo caribeño, con las degeneraciones antihumanas y delitos del 45.

Inmediatamente del paso de María, el huracán asesino devastador que implotó vidas e historia de Puerto Rico, los vecinos haters de árboles, repararon desastres en sus "mierdimansiones" con una obsesividad compulsiva y rapidez que asustaba.
Pintaron, limpiaron, sembraron, arrancaron, plantas eléctricas y cisternas de agua se multiplicaban.

Como colofón, "espetaron" frente a, o sobre sus casas una gigantesca y amable (por su gente buena, que la hay), bandera estadounidense.

Mientras, miles y MILES de puertorriqueños MORÍAN y morían, y morían, y morían, y morían, morían, y morían, y morían, y morían, morían, y morían, y morían, y morían...

Pero ELLOS y sus familias, celebraban.
Hacián barbacoas. Veían pelis hasta medianoche.
Sin compartir plantas eléctricas ni agua, fuera de su sagrado cír-culo.

Estaban BIEN.
Era vital estarlo, para asesinar más árboles y gatos.


#PuertoRico #PostMaría
#PuertoRicoDeathToll
 #Ãl🇵🇷.

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