Mi inicio en las letras

Mi inicio en las letras fue un desastre:
Primero, cocotazos del anillo de una monja boricua con falso acento español, (la que más tarde colgó sus hábitos), intentando enseñarme el arte de la escritura. "Que no te muerdas las uñas nena, no escribas con el sacapuntas en la mano, hazlo así, eso está mal, mírame que te hablo..."

Ni idea para esos tiempos, dizque modernos, pero remotos en la memoria de la psicología educativa, acerca de niños con déficit de atención sin hiperactividad.
Fui un fracaso haciendo círculos, y las rayitas, una tras otra, tambaleaban borrachas entre el zig zag y el semicírculo. ¡Qué tortura!
¡Tan rico volar entre las ilustraciones que decoraban el salón, los moños apretados de compañeras y los asientos de madera!

Pude aprender a escribir legible, aunque horroroso, suficiente para crear aquel primer acróstico deprimente del que todos rieron, "La noche del doce”, relatando mi tragedia estudiantil un día antes de la fecha de un examen.
Quizás fue mi inicio inconsciente de “standing comedian”, yo qué sé!
Más tarde me urgió "escribir" algunas novelas, para el deleite de mi maestra de español, que jamás se tragó el cuento, pero me evaluó como si fuesen obras clásicas, de autor desconocido.
Luego llegó mi etapa “dark”. ¡Guau!, qué poemas wannabí nefastos, antisociales, quejumbrosos, enumerando desgracias, escritos entre campanadas de iglesia al atardecer, en un lugar de La Mancha, de cuyo nombre sí me acuerdo.
La Universidad me abrió el portal de la poesía, donde me percaté de no ser extraterrestre.
Por eso me creo poeta. Siempre he vivido tal delirio con total convencimiento.
Los poetas no “somos” hasta que alguien nos lee sin amenazarles antes.
Así que aquí comparto un poema:

Soñándo-te

Estoy soñándo-te.
Tus brazos refugio del dolor
desdoblan el destierro de mis miedos.
Latiendo emerges de mi sombra,
de mi vejez,
de mi muerte,
levantando fuego frente al mar
en el instante preciso de la espera.

25 oct 05
©®
Ana, Puerto Rico