Angel mío

Tan sólo tuve la brisa bajo la cómplice lluvia,
cuando ataviada de pámpanos y sombras,
fui ignominiosa expulsión del paraíso.

Pero tú me conoces,
avanzando hasta tus brazos,
huérfana de inercias,
portando mi hipófisis al sol como único vestido,
sin temores,
sin edad,
alma en llamas de regreso a mi esencia,
reflejo de tu imagen
que agita entre besos mi cuerpo
y este modo de buscarnos en torrencial delirio
seduce madrugadas,
antítesis de cuanto aviva el cielo o abismo.
Porque ha muerto lo fugaz,
en lo eterno, inherente destino.


© ALR, Puerto Rico
Del poemario inédito Incendios del Alma