Al sacar la olla pirex del horno y colocarla sobre la estufa, miles de fragmentos de vidrio templado se dispararon en torno a mi rostro y pecho, como agujas a velocidad propia de un objeto de cristal que estalla, al elevar su temperatura más allá de lo que puede resistir.
El tiempo pareció detenerse.
Podía apreciar cada fragmento, flechas de hielo a mi alrededor, a cámara lenta, sin tocarme, junto a una fuerte energía a manera de manto.
No sé por qué rayos pensé en mi papá en ese instante, y un cortometraje del pasado se proyectó en mi cabeza:
Aquél golpazo en mi cara contra el cristal de mi viejo auto, que fue golpazo en todo mi cuerpo.
El ascenso inmediato sobre mi cuerpo tendido en la carretera, y aquella breve charla con un foco de luz que sentí ser mi igual, y a quien pedí un break.
Luego, la inmovilidad. El no saber qué hueso dolía más. El enfermero roba anillos extrayendo pequeños vidrios de mi cara junto al diamantito de compromiso que se clavó en mi dedo anular y que nunca me devolvió.
Los comentarios, de que a pesar de haberme roto tanto, mandíbula y dientes incluidos, mi rostro estuviera intacto, mi rostro, recuerdo de mi padre.
Si fuese cierto que la gente al morir retiene sus memorias de vidas pasadas una vez se vuelven sólo espíritu, entonces mi padre me protege desde el más allá (o el más acá).
Y si la vida culmina con la muerte sin más, puedo decir que fui amada enormemente.
Será que el poder del amor es tan cierto como eterno.
El tiempo pareció detenerse.
Podía apreciar cada fragmento, flechas de hielo a mi alrededor, a cámara lenta, sin tocarme, junto a una fuerte energía a manera de manto.
No sé por qué rayos pensé en mi papá en ese instante, y un cortometraje del pasado se proyectó en mi cabeza:
Aquél golpazo en mi cara contra el cristal de mi viejo auto, que fue golpazo en todo mi cuerpo.
El ascenso inmediato sobre mi cuerpo tendido en la carretera, y aquella breve charla con un foco de luz que sentí ser mi igual, y a quien pedí un break.
Luego, la inmovilidad. El no saber qué hueso dolía más. El enfermero roba anillos extrayendo pequeños vidrios de mi cara junto al diamantito de compromiso que se clavó en mi dedo anular y que nunca me devolvió.
Los comentarios, de que a pesar de haberme roto tanto, mandíbula y dientes incluidos, mi rostro estuviera intacto, mi rostro, recuerdo de mi padre.
Si fuese cierto que la gente al morir retiene sus memorias de vidas pasadas una vez se vuelven sólo espíritu, entonces mi padre me protege desde el más allá (o el más acá).
Y si la vida culmina con la muerte sin más, puedo decir que fui amada enormemente.
Será que el poder del amor es tan cierto como eterno.
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