martes, 17 de octubre de 2006

Zen Hipoglucémico

“Todos los principios del cielo y de la tierra están vivos dentro de ti.”
Morihei Ueshiba, El arte de la paz


Los ataques constantes de aquellos seres de larga cola, que escapando la llegada de los gatos habían emigrado junto a la ventana, les tenían sin cuidado.
-Simple, tomamos otra ruta y ¡adiós lagartijos!-, dijo la líder.
Los gatos depredaban palomas y era un festín diario de restos, con los que a las hormigas les iba bien, hasta que una tarde a algunas se les ocurrió salir de su espacio, atraídas por la dulce fragancia de vainilla y canela que provenía de una ventana.
-¡Qué rico huele, mmm, tengo hambre! ¡Investiguemos!-, chillaban, entre saludos y reverencias con sus antenas.
Los coludos lagartijos, que eran dos, les vigilaron con maña durante su ascenso por la pared, y al caer la noche les cercaron, degustando de muchas hasta la saciedad y tener sus pancitas rellenas, cayendo en profundo sopor.
Algunas escaparon y confundidas, se dispersaron en diversas direcciones.
-¡Les dije que por ahí no fueran!-, gritaba alarmada la líder al ver tal tragedia.
Pero un grupo cruzó la zona prohibida, deslizándose bajo la malla de metal que cubría la ventana, atraídas por la dulce esencia que de su interior emanaba.

Fue así como pasé la noche entre hormigas acurrucadas al calor de mi piel, que sorprendentemente nunca me molestaron.

Desperté feliz al escuchar la lluvia de una nublada mañana otoñal.
-Hola-, les dije al descubrirlas. -Les admiro y les respeto, pero ¿saben?, los humanos tenemos ciertas costumbres, por lo general no nos gusta dormir con (otros) animales, cosas de higiene, verán... por eso la malla en las ventanas… si, ya sé, ustedes viven en la naturaleza y les parece absurdo, pero la regla es: convivimos en paz, ustedes allá, yo acá.-
Conmovida ante el respeto que habían mostrado, les traje algo de azúcar, la coloqué al otro lado de la habitación y con una tiza les hice un camino de regreso a su hogar.
Hoy no he comido nada dulce, por si acaso.


Nota:
Hace un tiempo padezco intolerancia a la mentira. En realidad nunca les hablé. Fue triste su deceso.
Imagen:

Zen, Richard Gall

4 comentarios:

Cerillo dijo...

Me gustó lo de la zona prohibida. Pocos hacen caso de las prohibiciones cuando de comida se trata

Gonzalo Villar Bordones dijo...

cuándo?, cuántos?, cuál era su misión en la tierra?

deus?Juglando dijo...

Un saludo y una Invitacion, pasa por mi blog para más detalles...

Ana dijo...

Cerillo, riesgo, supervivencia y adrenalina. A cambio, la vida. :) Saludos desde acá!

Gonzalo, hormigas! Muchas! Su misión recordarme que soy su igual.
Gracias por visitar!

Deus? Gracias! Pasaré por allí.

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