*Glitter*

Hoy fuimos a la Bloguemia. Luego comparto mi impresión.

Les dejo el cuento que leí, junto a millones de cucubanos volando cerca de sus ojos.

Ana

*Glitter*

Una cosa es, cuando te pegan un sellito de súper héroe escarchado en tu papel mientras te dicen, ¡muy bien, sigue así!, mirándote con dulzura y revolviendo tu cabello. Un microsegundo de luz ilumina todo como flash fotográfico. El instante se vuelve ondas que se repiten en la inmensidad.

Otra cosa, es ver una masa cubierta de tela frente a tu cara de la cual proviene una voz áspera e indiferente, y ni sellito ni un carajo.  Sólo una mano arrebatando tu libreta con desdén.

¡Esto es una porquería, qué asquerosidad!, dice la masa, martillando con un dedo tu libreta. ¡Quiero ver a tu mamá aquí mañana!

Y se retira, meciendo su trasero de masa al compás de sus tacones. Y tú lloras por fuera, pero maldices por dentro, aunque no sabes qué es maldecir.

Habrías preferido no haber nacido antes que escalar con tus ojos su ropa, abalorios y estatura, hasta ascender a esa cara posesa de asco y disgusto.

Entonces el regreso a casa se vuelve una carrera urgente entre sudores, paleta de chicle y zapatos rotos, en la que olvidas decir a tu madre que vaya a la escuela, porque te falta el aire pensando que debes llegar cuanto antes a esconderte en el armario, para que el tío santurrón no te vea cuando regrese trayendo dulces y juguetes a tocarte otra vez entre las piernas.

Ayer fuimos a la iglesia. Allí la gente se porta bien. Hasta mi tío. Pero la señora en la fila de atrás no paraba de mirarme, sin quitar sus ojos de las estrellitas de glitter pegadas en mi pelo. ¿Será porque las tomé de su tienda sin permiso? 

Ahora tengo más sellitos que mi maestra!

¿Sabes? Ella no es tan mala. Me regaló esta libreta que brilla en la oscuridad para que escriba. Pero escribir es como hablar y, desde aquél día, no puedo hacerlo.

  

© ALR, Puerto Rico, 2006.