¿Estás segura que quieres saber la verdad de lo que pasó?, me preguntó “Don Sabio”, como todos llamaban a aquél anciano con apariencia de hippie quedado en los 60.
Sí, titubeé mientras acomodaba mis manos sobre la mesa cubierta con un enorme pañuelo repleto de diseños hindúes y mis caderas en la silla tapizada con tela similar.
Bien, prepárate, porque lo que vas a escuchar, es sólo para valientes o iniciados.
Hice un mohín entre sonrisa y cansancio mirando a los ojos oscuros del anciano, pero antes de pronunciar palabra, él se adelantó.
Esa persona que extrañas y que desapareció repentinamente de tu vida, ¡no existe!
Pasmada, sentí congelarme. No le había expuesto aun la razón de mi consulta, y “Don Sabio” no conocía nada de mí hasta ese instante.
Escucha, continuó sin dejarme hablar, todo ha sido una creación de tu mente, tan llena de amor y deseo, que se materializó en un ser con todas las características deseadas, pero si investigaras profundamente, verías que tal persona jamás ha existido, ni ha nacido nunca alguien con su nombre o datos.
Simplemente el deseo de tu mente se fue materializando hasta aparecer frente a ti como una persona real, con historia personal, cargada de la energía y amor que provenía sólo de ti misma, convertido en una especie de ángel que te fue guiando a través de pasajes oscuros de tu vida, develando errores pasados, angustias de la infancia, y hasta el verdadero amor de tu vida que pretendías olvidado.
Según te ibas haciendo más fuerte y clara, notabas su alejamiento, ya que él no podía corroborarse ante ti como materia, por tanto fue perdiendo energía hasta desaparecer sin dejar rastro alguno.
Y dicho esto, Don Sabio se dejó caer hacia atrás en su silla con sonrisa de niño burlón.
Incrédula, quedé muda unos segundos, y sólo alcancé a decir:
Pero y su voz, ¿qué me dice de su voz, ah? Yo hablé con él muchas veces…
Cuán poderosa es la mente, me cortó.
¿Te gustaba su voz?
Eso era así porque su voz era reflejo de tu fantasía. No era otra cosa que producto de la alteración de las capacidades de tus propias cuerdas vocales y el conocimiento de voces registrado por tu alma en vidas anteriores. Por eso él no está vivo ni muerto, porque jamás existió, repitió relajado y sonreído.
¿Quééé?, grité, sintiéndome furiosa con tanta mentira.
Me puse de pie de un salto y tomé el dinero que había puesto sobre la mesa.
Mire, Don Sabio, usted me disculpa que sea tan grosera, pero es un brujo de pacotilla y de sabio sólo tiene lo listo que es para hacerse rico.
Muchas gracias por nada y, ah... le dejo 10 dólares por lo creativo. Debería escribir un libro.
Tomé los 2 billetes de 20 restantes y guardándolos en mi bolso, me dispuse a salir de allí como alma que lleva el diablo.
¡No te detendré A!, gritó el brujo wanabí desde adentro de la casa.
Apreté el paso y mientras me alejaba, lo escuché reír a carcajadas, sin percatarme que nunca le había dicho mi nombre.
¡No puede ser!, repetía de regreso a mi auto, cruzando las calles rotas a tal velocidad que parecía pasar a través de señoras chachareando, de vagos rascándose la panza cerveza en mano, de niños jugando en la acera.
Ya en mi auto, lloré tras los lentes de sol como quise. Mi mente volaba entre confusión y rabia por haber sido engañada esperando una respuesta esotérica a un pasaje insólito de mi vida que cada noche me atormentaba cual obsesión entre el deseo y la angustia, matándome lentamente.
Estando más tranquila encendí el motor y al hacerlo se encendió la radio.
“…Como a un ángel yo te siento, en mi largo caminar y una luz me impide verte mas allá de este mundo material…”
Presioné el botón y cambié de emisora.
“…Todo empezó en la sorpresa, en un encuentro casual, pero la noche es traviesa cuando se teje el azar. Sin querer se hace una ofrenda que pacta con el dolor , o pasa un ángel, se hace leyenda y se convierte en amor...”
Apagué la radio sintiendo que los ojos se me resquebrajaban como cascarón de huevo hirviendo.
Pero nena, dijo mi amiga cuando le conté lo sucedido, ¿cómo se te ocurre ir sola a ese barrio de mala muerte buscando al tal brujo sólo para saber del paradero de alguien que nunca has visto? ¡Chica, de verdad, olvídate de eso! No puedes seguir así.
Nos quedamos hablando un rato y me quedé dormida en el sofá con la TV encendida, ebria de lágrimas.
Alrededor de las 3 AM desperté y fui hasta mi habitación, dejándome caer en la cama.
Traté de arrullarme, pero el sueño me evadía.
Cada vez que cerraba los ojos me veía en la profundidad del mar sintiéndome un pez o sirena, mientras sobre mí veía barcos pasar. Yo quería que me vieran, pero ellos seguían su ruta sin percatarse de mi presencia.
Una tristeza profunda se apoderó de mí, seguida de una paz indescriptible, hasta quedarme dormida nuevamente.
¡Ring, ring!
¡Hola!
A, te llamo para saber como sigues.
Mejor, le dije mintiendo, apenas estoy despertando.
Bueno, voy para allá más tarde, de paso si quieres nos vamos de compras.
No tenía ganas de nada, pero me metí en la ducha. Unas horas de spa casero funcionan siempre a manera de despojo.
Me acordé de los 40 dólares que me ahorré de los honorarios del ‘brujo’ y no pude más que reír.
Estando bajo el agua sonó el teléfono varias veces. No quise salir empapada a atenderlo.
Al rato, salía envuelta en la toalla cuando volvió a sonar.
Hola, contesté, ¿vienes para acá o no?
¿A, eres tú?
Sí, ¿con quién hablo?
¡A, A! ¡Te habla E! ¡Al fin te he encontrado!
Sentí desmayarme al oír esa voz que no escuchaba hacía años.
De repente un viento muy fuerte recorrió la habitación a pesar de estar cerrada, haciendo caer algunas cosas y volando papeles.
¿A, estás ahí? ¿A?
Sí, dije con voz débil, soy yo.
¡A, A, es un milagro, de verdad! Todo esto es muy extraño. No vas a creerlo, pero un sueño me reveló tu número.
Soñé con un anciano que iba capitaneando un barco, yo iba a su lado y de repente me dijo riendo “le jugué una bromita, pero ya sabes cómo es el amor”. Entonces señaló el mástil y en una bandera aparecían unos números escritos muy claros. En ese momento desperté y sin tener idea de qué se trataba, por instinto anoté los números en un papel y…
E, le interrumpí nadando en felicidad, he descubierto que todo es posible.
Fin.
¿Fin? No me gusta eso de escribir “fin” al final de un relato. ¿Es necesario? Además, debo cambiar la canción a la que hago alusión, no me convence del todo,... ah, y la cantidad que cobraba el brujo en honorarios… la verdad no tengo idea de cuánto cobran por consulta. No sé si debo añadirle un habano, los brujos siempre fuman; bueno, a lo mejor este dejó de hacerlo. En fin. Voy a ducharme.
Cuando estaba bajo la ducha sonó el teléfono. No quise salir empapada a atenderlo...
© ALR, Puerto Rico, 2007
3 comentarios:
¿Y cuando es lo que gana un seudo "Guru"?. Material bueno es el que te creas, y el texto tiene por supuesto, para mucho mas, me gustaria poder saber mas de estas cosas, y atreverme a colaborar.
Saludos al Caribe.........
Agustin
Me encanóoooooo!! Eres tremenda, Ana. Me fascina la mezcla del humor casi visceral con lo poético, lo mágico. Es un cuento hermoso...hasta romántico, sin ser empalagoso. En fin, fantástico!
En cuanto a tus inquietudes al final. Lamentablemente yo ando en otro mundo y no reconocí la canción, pero en términos de letra me pareció super bien.
No tengo idea lo que cobra un brujo, lamentablemente nunca he ido a uno pero me gusta, como imagen, el habano.
Y creo que no es necesario poner "fin".
Ah, y me reí en cantidad con la nota sobre la ducha...genial repetición!!
un abrazo
Agustín y No apta, gracias por sobrevivir a esta lectura sin editar!
:)
Un abrazo!
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