Las piedras ocultan diamantes, piedras sin más significado que la solidez de sus moléculas, su transparencia al reflejar la luz y conducir energía. Pero la ambición desmedida por la piedra o sus cristales, produce canteras olvidadas en el tiempo, olvidadas de la lluvia y la humedad, allí donde los niños trabajan por un mendrugo de pan, siendo explotados por el mundo, moliendo piedras hasta caer la tarde, como único juego conocido. Entonces quisiera ser Madonna o Angelina para rescatar algunos de su muerte en vida, pero los niños cantera nos siguen naciendo.
Mi única poseción material es exceso de aguas conductoras, tantas, que rompen tuberías, se filtran por mi techo, hinchan mis tobillos y se desbordan por mis ojos, y con eso no puedo adoptar niños, pero tú, hombre de la cantera, necesitas del agua para limpiarte, o eso te dijo el Médico...
Y agua bebiste.
Me comunicas con regocijo la noticia de la llegada del producto de tu pasada relación con el sodio y aquella mala, pero necesaria mujer que marcó tu vida, llamada Litotricia.
Bueno, no importa tu pasado, heme aquí presta a reconocerlo y amarlo como mío, quererlo y cuidarlo como al hijo de quien se ama. Así que compraré vino, pescado y mariscos. Llevaré el conjunto de Victoria’s bajo mi jean y los tacones de 4” a la luz de las velas, para celebrar el natalicio de tu piedra, en un ritual anticanteras.
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