domingo, 14 de octubre de 2007

Greensadilla

Por la ventana distingo el espacio que hace semanas ocuparon árboles de cientos de pies de alto. Camiones fabulosamente equipados, aparecieron con orden de desganche y los cortaron. No interferían con cables de ningún tipo. Sólo eran muy altos, frondosos en su tope, lo suficiente para albergar a cientos de aves, gorriones y palomas. Hoy las vi pasar alocadas, posándose desesperadas donde pudieran.
Desde entonces, cada día hace más calor, a pesar que se acerca el invierno. Más lluvias, el aire más denso, granizadas frecuentes en una isla tropical.
Es que ya nada es normal.
De pie en la ventana, parezco moverme, pero es todo a mi alrededor lo que gira.
Un poco lejos, pedazos de hielo se funden en el mar, como en caldo hirviendo. Tesoros perdidos en el hundimiento de la Atlántida, emergen llegando a orillas del noroeste de mi isla. Animales desconocidos para la ciencia, surgen de las profundidades de los Polos, donde hasta ahora habían sobrevivido. De riberas de ríos surgen mangostas, serpientes. Según el agua se evapora y el calor aumenta, buscan agua y mejor temperatura en zonas urbanas. Los árboles cortados, van dejando un sol picante que aumenta gastos energéticos y expone sin filtro al aire contaminado.
Según pasan los segundos, el proceso de destrucción y caos se acelera a una velocidad inesperada, para la cual no estábamos preparados.
Llegan más brigadas y camiones, y siguen cortando árboles, cortando árboles, cortando árboles…

- Hay que construir, decían calculando ganancias. - ¡Todo este estancamiento lucirá civilizado y moderno!
Desesperada me aferro al último árbol en el paisaje.
Los esclavos del sistema, posesos e indiferentes, se acercan.
- ¡Suelta ese árbol o disparamos!, gritan.
-¡Malditos!, exclamo. ¡Sabían leer, pero nunca se enteraron de qué es amor, ni dónde comienza! Dime tú, me dirijo a uno que porta una sierra, ¿amas a tus hijos?
- No tengo hijos, ni me interesa. Contesta con odio en la mirada.
- ¿Alguien ama a su madre?, pregunto.
Una explosión de carcajadas es la única respuesta.
Uno de los esclavos me apunta directo al corazón.
- ¡Perate! ¡No disparen!, grita un político entre la multitud a los hombres armados. – Si le disparan tendremos un lío con la Opinión Internacional.

Aun recuerdo sus risas, cuando mi piel y la corteza de una Ceiba se abrieron ante el filo del odio energizado con gasolina.
Ella tampoco gritó.
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1 comentario:

Ana María Fuster Lavin dijo...

Hola mi amiga, Necesito que me envíes de nuevo a amfuster@prtc.net
tus poemas, los iba a publicar la semana pasada, pero al darle el upgrade a mi compu personal, se me borraron todos los mensajes del outlook!!!
un abrazo

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