De gatos y un gen

Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido de perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
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“Sólo la muerte" - Pablo Neruda

Esta mañana le había dicho con cariño, que maullaba feo.
Él rasgó su solo con bajo de “mauuu” y comió contento.
Una hora después, estaba tendido en la calle, como si la muerte hubiese sido quien lo aplastó, no la camioneta de la vecina.
- Nena, saca ese gato de ahí, que está frente a mi casa.
No dijo más.
De inmediato se internó en su mini mansión revestida de alarmas, rejas, candados y portones eléctricos.
Ha de tener el gen del dictador.
Su personalidad tóxica se propaga como éter controlando todo, y quien le estorbe, lo aplasta.
Lo único bueno es que, cuando conoces a uno con el gen, se hace más fácil distinguirlos.
Como sea, todos caemos, hasta los Imperios.
Unos primero, otros después, unos dormidos, otros despiertos, como mi gato, en postura de huída y con los ojos saliendo de las cuencas.
Hay quienes se cocieron en la jalda del mundo, con el retrete fuera de la casa -como de niña tuve yo- y hoy, amantes del confort, desgarran sus vestiduras si les llaman tercermundistas, pero son homofóbicos, clasistas, segreguistas, racistas, padecen celos patológicos, quieren que Puerto Rico sea Estado de los E.U., pero no hablan inglés, y matan árboles y animales, como poco.
Hay quien jamás se entera de lo que ES, y pisotea lo poco que trasciende.
Por eso nada más, me gustaría que gane Obama.

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