Usufructus
“El usufructuario posee la cosa, pero no es de él (tiene la posesión, pero no la propiedad).”
Aun creía en ángeles aquellos días.
“El usufructuario posee la cosa, pero no es de él (tiene la posesión, pero no la propiedad).”
Aun creía en ángeles aquellos días.
Los hacía volar sobre su techo para que limpiaran la casa de vibras negativas. De memorias.
Pero la casa se hundía atándola a su oscuridad, cuando pasados los años, regresaba a colocarle anuncios de venta.
“Pero era duro, tan duro atisbar el celaje de mi infantil cuerpo, corriendo de una ventana a otra, de una puerta a otra bloqueada con muebles pesados y altos, atravesados con palos de escoba o trapeador, revestidas con rejas en su exterior.
Era duro escuchar mi propia risa cambiar a llanto, mezclarse con pan en la boca sin masticar, sin comprender lo que pasaba cada hermética noche. Duro gritar entre uniformes planchados, zapatos recién lustrados y la TV sin volumen, ahogándome en la pregunta, ¿por qué me encierras?
Ahora comprendo. No era la casa. No era yo.
Era lo que era.
Y lo que era pasó, de una casa a otra, de cada casa a mi cuerpo.
Ya ni ángeles ni demonios, extraterrestres o iglesias, terapias o drogas, ser trotamundos o encerrarme en nuevas casas o ilusiones podían arrancarlo.
Lo he arrancado yo, sangrante, y lo he comido en cada cena.
Lo he arrancado y aquí lo tengo, deglutido, macerado, ebrio, con malos amigos, abusado, procrastinado, confundido, paralizado, podrido de rabia, rodeado de ropa sin lavar, apasionado en sexo ardiente, amanecido, plasmado en papeles de mentira.
¡Tenlo!
Pero la casa se hundía atándola a su oscuridad, cuando pasados los años, regresaba a colocarle anuncios de venta.
“Pero era duro, tan duro atisbar el celaje de mi infantil cuerpo, corriendo de una ventana a otra, de una puerta a otra bloqueada con muebles pesados y altos, atravesados con palos de escoba o trapeador, revestidas con rejas en su exterior.
Era duro escuchar mi propia risa cambiar a llanto, mezclarse con pan en la boca sin masticar, sin comprender lo que pasaba cada hermética noche. Duro gritar entre uniformes planchados, zapatos recién lustrados y la TV sin volumen, ahogándome en la pregunta, ¿por qué me encierras?
Ahora comprendo. No era la casa. No era yo.
Era lo que era.
Y lo que era pasó, de una casa a otra, de cada casa a mi cuerpo.
Ya ni ángeles ni demonios, extraterrestres o iglesias, terapias o drogas, ser trotamundos o encerrarme en nuevas casas o ilusiones podían arrancarlo.
Lo he arrancado yo, sangrante, y lo he comido en cada cena.
Lo he arrancado y aquí lo tengo, deglutido, macerado, ebrio, con malos amigos, abusado, procrastinado, confundido, paralizado, podrido de rabia, rodeado de ropa sin lavar, apasionado en sexo ardiente, amanecido, plasmado en papeles de mentira.
¡Tenlo!
Ya no muerde.
Pero ella todo lo niega, y la casa seguirá siendo una sombra inamovible que engulle cada “Se Vende”, perteneciendo eternamente a mi no pertenencia, hasta que se sepa la verdad que originó mi encierro y carencia.”
La cineasta cerró con cuidado el viejo diario raído, lo metió en su bolso, e incorporándose del suelo en la habitación semioscura, presionó una tecla en su celular.
Pero ella todo lo niega, y la casa seguirá siendo una sombra inamovible que engulle cada “Se Vende”, perteneciendo eternamente a mi no pertenencia, hasta que se sepa la verdad que originó mi encierro y carencia.”
La cineasta cerró con cuidado el viejo diario raído, lo metió en su bolso, e incorporándose del suelo en la habitación semioscura, presionó una tecla en su celular.
¿Michelle? Bien ¿y tú?…
Si, de vacaciones… Estoy en la casa heredada de mi abuela...
Escucha, tengo un personaje perfecto para ti en mi próxima película.
Si, de vacaciones… Estoy en la casa heredada de mi abuela...
Escucha, tengo un personaje perfecto para ti en mi próxima película.
Es un reto, sé que te gustará.
© ALR, 2008, Puerto Rico
© ALR, 2008, Puerto Rico
No hay comentarios.:
Publicar un comentario