No temo la noche.
No hago otra cosa que desearla,
acompañar su desfile de pájaros y ecos.
Nunca es silencio.
Luego me duermo en la mañana
y a nadie importa
ni sabe de razones,
ni entiende que razono
perfectamente clara
ante mi llanto de exilio y oscuridad.
Mientras duermes
el cabello rebasa mi cintura
los ojos desaparecen sin ganas de cerrarse
ni posibilidad alguna
de rescatar
lo que juzgaron, sentenciaron.
Lo que me hizo noche sin sueños
al descubrir tu verdad.
© ALR, 2008, Puerto Rico
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