Supervivencia
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-Te evoco
bananero patético que agitas mi desnudo corazón
en el día salmodiante
te evoco
viejo hechicero de las montañas sordas por la noche
justamente la noche que precede a la última
y sus redobles de tedio golpeando en la poterna loca
de las ciudades enterradas
pero no es sino el preludio de las selvas en marcha sobre el cuello
sangrante del mundo
es mi odio singular
llevando a la deriva sus témpanos de hielo en el aliento
de las verdaderas llamas...
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De Las armas milagrosas, Aimé Césaire
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Desayuné hablando con mi madre de Narcisa, mi bisabuela, madre de mi abuelo por ala materna.
Me cuenta que era "negrita", y que por allá en sus tiempos, contaban que los abuelos de su abuela fueron esclavos.
Narcisa se casó con un señor más bajito que ella, de rasgos españolizados.
Los hijos de ambos se parecían más a ella, altos, algunos con "pasas" en el pelo, manos grandes y fuertes, dientes muy blancos, y por algún lado que nadie me sabe explicar, tenían fuertes rasgos indígenas mezclados con africanos.
Habría deseado que me hablaran de Narcisa desde que nací.
Y es que usted no entiende nada.
Lo que es crecer en la tierra descalzo, cocinando en el fogón tiznándose la cara desde los 4 años, cargando agua, cogiendo palizas, viviendo para servir el mandato de otros, sembrando la tierra cedida para comer, que no era malo, escondiendo supersticiones y ritmos tras el velo cristianizado.
Usted no sabe lo que es crecer en pueblo de campo dominado por "blancos", en que algunos, ni tan blancos, evitaban cualquier tonalidad más subida que la de su piel al momento de casarse y tener hijos.
Es el racismo vestido de puerca de Juan Bobo.
Segreguismo.
Desconocimiento de sí mismo.
Miedo a tocarlo.
Y cuando alguien me ha dicho "tú pareces de Israel, de Palestina o de Andalucía, africana no tanto", he mirado el mapa y he dicho:
-Soy todo eso y más, porque soy puertorriqueña, pero mi bisabuela era Narcisa. En sus tiempos algunos lavaban los niños en el río para ajincharlos y que así no fueran víctimas, como ellos fueron, del racismo solapado.
El problema es que ignoraban que la negritud se lleva por dentro, porque la esclavitud así como el racismo-segregismo, siempre serán cosa del diablo.
Y el diablo es desconocernos, vivir al margen de nosotros mismos, acatando, silenciando.
Fotografía: Angèle Etoundi Essamba
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