¡Pobre, pequeño monstruito!
Comenzó como un rescate amoroso de un simple cordón rojo.
Luego los pelos de hilo francés se enamoraron del cordón como locos perdidos.
Se amarraron a él, se entrelazaron.
Con sólo mirarse se reprodujeron.
Tuvieron hijitos de perlas y guerra, de puños y piedra, de sangre y tierra, de agua y cristal;
danzando al ritmo del vaivén más tierno y violento.
Independientes, pegados a un mismo cuerpo, bailando, cayendo en cascada feliz.
Será que eso es el amor?
Sólo sé que el collar sigue sin nombre.
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