domingo, 17 de enero de 2010

¿Y cómo un país desaparece?

No, Haití no ha desaparecido.
Flota entre una pregunta y una aseveración.
¿Haití existe?
Pregunta Leonardo Padura en su artículo que lleva por título la misma pregunta.
Haití ya no existe
Parece contestarle y afirmar Pablo Ordaz en su reportaje publicado en El País.

Recuerdo a una tía ya fenecida que siempre argumentaba ante tragedias, sufrimientos y desgracias humanas con una misma respuesta:

"Ay mija, si es que la vida es un valle de lágrimas."


Yo amaba profunda y respetuosamente a mi tía.
Fue una mujer exhaustivamente sacrificada por todos y esclava de su marido de manera resignada y conformista (ya esto sería otro tema), pero siempre que escuchaba de su boca su refrán, sentía que la furia me poseía e implotaba lentamente en silencio.


Cómo carajos alguien puede ser tan conformista, fanático religioso y desinformado, al punto de atribuir toda desgracia humana a la filosofía de que vinimos a esta vida a sufrir, a arrastrarnos paupérrimamente entre desgracias, dolor, carencia y llanto?


Y que encima dios proveerá, que él reconoce todo lo que sufrimos y ya nos premiará en algun momento... 
Claro, una vez estemos muertos, porque en vida nos jodió o dejó que nos jodiéramos sin inmutarse... todo por nuestro bien, purificación y su gran sabiduría.


Yo era una niña entonces, pero creo haberlo olido o visto venir:
La vida humana tenía que ser algo más que nacer para sufrir; algo más que vivir conformes ante una realidad repleta de dolor, desigualdad, injusticia y pobreza.


No creo que esa filosofía sea la que practican los ricos ni exitosos.
Amén de los políticos.
Imagino que ellos creen en otro dios, de creer que alguno exista, uno muy a su medida.


Todo esto me lleva a pensar:


No es Haití quien no existe, es dios.
O será que ambos se cancelan a sí mismos ante la mirada indiferente de un mundo que se ha mantenido ocupado en otras cosas.
Como hablar de vidas ajenas y su crecimiento económico y material personal.


Y no es que sea malo vivir concentrados en nosotros mismos. Es que no dejamos ni un hueco para pensar en nadie ni nada más.


La azotea llena de pájaros en fuga me hierve en dolores y preguntas:

¿Y si somos nosotros los que no existimos?

¿Y si yo no estuviese llena de huecos  como Spongebob?

¿Y si Paris Hilton  se llamase Haití Hilton?


¿Y si no me enfureciera y no me doliera tanto la injusticia, el desenfrenado dolor de cualquiera, cualquier pueblo, cultura, individuo o país en el Planeta, en la historia de la humanidad, en el infinito Universo?


Ya ve usted cómo robotizarse e insensibilizarse  inmuniza a algunos, pero de mentira.
La gran verdad como una piedra es que ningún humano está exento de nuestra pobreza espiritual, de los efectos, ciclos y leyes de la Naturaleza, de nuestros huecos.


Al menos no aun,  hasta que la Ciencia y la espiritualidad se reconozcan  una misma fuente.


Lo dijo Einstein alguna vez...


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