lunes, 1 de marzo de 2010

Rompiendo el estupor de una noche preprimaveral rodeada de luces y coquíes, posesos de inútil espionaje catatónico

Agarrar un pedazo de barro de mí misma. Amasarlo chapoteándolo fuerte con los pies desnudos.  Cortarlo por la aparente mitad con hebras de mi cabello. A una  mitad meterle un aplastón dejando caer sobre ella todas mis memorias. Darle un puñetazo final en el centro y decir: "Esto es un plato." 
A la otra mitad  meterle un codazo en el centro y lamerle las orillas con aguas de recuerdos. Decir: "Esto es un vaso-taza."
Colocar las piezas sobre piedritas de ocio y aterrador desprecio.  Hornear hasta que esté firme.  Barnizar con lágrimas de  encierro y gotas de sangre. Devolver al horno. 




Mientras se cuece mi "vajilla", desenterrar los ponchos, mantas, sábanas y toallas del oxidado clóset repleto de libros viejos. Agujerar las piezas para meter por ellas mi cabeza y rasgarle bandas anchas para ceñirlas a mi cintura. Decir: "Estas son piezas textiles de diseñador."
Salir a la cocina a buscar el colorido saco de las cebollas para hacer con él un bolso.   
Confirmar que algún fantasma tipo "Sixth Sense" volvió a dejar abiertas las puertas y cada cajón.
Escuchar el "jissss" coreado  proveniente del baño  desperdiciando agua, mientras sobre mi cabeza cae un goterón desde el techo.
Encabronarme.
Volver a reír al recordar que estás vivo.
Porque eres feliz.
O eso parece.
Yo lo sería. Digo...
Recordar tomarme una botella de cidra de mala calidad de un solo sorbo.
No sentir nada, sólo dolor de cabeza.
Para ser feliz hay que subirse a aviones con frecuencia.
Tal vez a barcos o a trenes. Tal vez lanzarse en nave al espacio sideral.
O eso parece.


No sé qué es o qué no es después de tanto amor,  tanto vacío,  tanta soledad,  tanto erotismo,  tanto sexo, tantas palabras, tanto terror, tantas pieles, y ninguna la tuya, y mañanas pasando, y noches achuzando, y fantasmas ajenos haciéndose pasar por ti, y cuentas de colores, y cristales reciclados vestidos de diamantes, y ningún diamante sobre mi piel, y lo poco que eso me importa,  y tus fotos dando vueltas.  
Tus fotos. Las fotos de tu cerebro.  
Tu electroencefalograma, metido en mí hasta el DNA y yo adorándole en culto.  Y los camiones de la calle tapando mi casa. La casa oscura donde siempre llueve y a veces hay risas. 
Me hizo reír que tú ríes mucho.   Luego me pareció triste.


En estos días  debiera ordenar el caos por orden de colores, por  tema. 
Celebrar  cenando lo de ayer, vestida con mi diseño y  usando mi vajilla inviinservible, bajo el techo que gotea, rodeada de puertas que se abren solas.  Llevaré al cuello  el collar de soga, ése que nunca haré y si lo hiciese no usaría; me da flojera lo muy  kitsch.  
Lo estúpido es muy kitsch siempre.  Como novela rosa, chorrea santos y vírgenes  acosados por diablos y chocolates con ojos en cada patética historia.  
La nuestra fue? una historia kitsch.
Para que sea más kitschy, acomodaré conejos de pascua y caleidoscopios alrededor de mi cabello alucinantemente largo, y mi vajilla hecha a puñetazos, y mis prendas de diseñador poseso de estupor, y el bolso hecho con saco de cebollas, y mi collar  de soga invisible, y tus fotos en mi cerebro, y el camión ocultando la casa, y la casa comiéndose el camión, y  Nacimientos, Budas y Krishnas danzando a mi alrededor, y mi fantasía con capas de chocolate que me miran mientras engullo habichuelas quemadas, y el odio visceral por lo kitsch que me persigue  kármicamente (ya sabes lo que dicen, si no puedes vencerlos, únete!); y la posible suma de todas las sanaciones de mi niña, y esta larga enumeración (bien me dijo una  Poetisa: "Ana, no enumeres TANTO") que vestiré con bolitas de colores y un  cartelito en el centro que lea, "poema". 


Pero esto no es un poema.
Es tan solo un decirte: Sabes?  Te quiero tanto...
Y mi nombre es Ana... Qué fuerte! Ana soy y Ana fui. 
No pienso cambiar mi nombre.

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Imágenes: por Missy para boopsiedaisy
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