viernes, 28 de noviembre de 2014

Sacred Isolation IV



Sacred Isolation IV

La piedra

La situación es como sigue:

Una pistola de latón para oprimir un tubo de plástico que contiene no sé qué silicón de mierda, mismo que tardé horas en abrir utilizando para ello toda suerte de herramientas no útiles y toda la fuerza perdida gracias al chikungunya, hijo de su gran madre vampira-chupa-chup, me mira. 
Recostado su cuerpo sobre un periódico viejo que utilicé para evitar que las avellanas que ayer golpeé con maceta de acero salieran disparadas, el tubo yace, invisiblemente masacrado.
El cobertor de latón-pistola que envuelve el tubo, gime entre herido y atormentado.
Un agujero en la parte superior de la boca del tubo plástico, hecho con destornillador y cuchillo de cortar pan -cirugía necesaria para la extracción del preciado, viscoso, químico material- se oculta temeroso.
A su lado y de manitas, un tenis roto, propiedad de una mujer encabronadísima, sobrevive a su destino, embarrado en la sustancia antes descrita que invita al vómito del más fuerte. 
Entre la suela desprendida y el fondo de suela, divorciadas hace semanas, asoma su amenazante transparencia, su químico hedor.
Como remate, una hermosa, gris, triangular, pesada piedra ejerce presión sobre la suela del zapato al revés, pretendiendo que ambas suelas se mantengan cercanas. 
Porque fundidas como en el día de su glorificada transformación jamás volverán a estar.

Toda esta trivialidad de supervivencia devasta.
Pero si me preguntas por qué, no puedo contestarte.
Una sombra amordaza mi boca, ciega mis ojos y borra mi memoria, dejando un agudo tinitus en mis oídos.
Así como cuando mi padre murió y ya no pude hablar ni quise hacerlo. 
Fui una niña muda. 
Ahora, mujer muda frente a un zapato, una piedra, un tubo de silicón...

Ya debo irme.
Debo atender a otros muertos que parecen vivos,
marchando con un pie desnudo.



© ALR, 2014, Puerto Rico.

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