domingo, 11 de octubre de 2009

En dos minutos



"A ver qué pasan en la ventana", dice el poeta apagando la tele.

Abre la ventana y se acomoda frente a ella con su plato de cereal,
de ese que comen los vampiros antes de salir el sol.
La tarde rutila en salsa de pájaros y árboles
pintando una estampida de búfalos-dragones de algodón
a ras de una bandada de palomas
y la montaña se revela un dios
cuando el poeta se sale de su cuerpo.

En un swash dobla a la izquierda, a la derecha, luego al sur,
deteniendo su vuelo frente a lo amado.
Siente su carne caliente, su terso cojín de piel dulce, latiendo.

Le canta:

"¡Hola, te amo!", y otro "te amo" se repite en eco.
No sabe si surge de su boca astral, que ahora sin labios, le besa con su lengua.

Da igual, vuela en reversa.

Abre sus ojos y un chango-cuervo se precipita en caos sobre su cabeza.
El poeta saca un arma invisible y le dispara directo al corazón.

"¡Idiota!", le grita al ave. "¡El amor nos sigue vivo!"

Sobre el alado cadáver patas arriba, el poeta decreta:
"Todo aquel que atente con miedo contra el amor, perecerá..."

Desea decretar otras cosas, de frutos cósmicos, de misterios científicos,
pero se termina su tinta, también su cereal.

Marcha el poeta a su aposento y sudoroso, procesa lo aprendido:

Estamos atrapados en una isla que convulsa, pero algo doy por cierto:

Se nos ha roto la docilidad.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

que triste "the lost of innocence""a slap in the face", del pueblo

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