lunes, 26 de septiembre de 2005

CUIDA TU MAR

CUIDA TU MAR
Cuento
©AnA 2005

derechos de autor

Aquella tarde parecería una cualquiera. Yo era una jíbara jóven, poeta de clóset, un tanto letraherida, que había detenido mis estudios de humanidades para ser madre, mientras soñaba con ser artesana.
Era mi primera feria de artesanías.
Sentada en el suelo sobre una alfombra de mimbre, rodeada por algunos niños, intentaba dar color a varios trabajos sin terminar. Apenas aprendiz y con un curso de historia del arte, recomendaciones de algunos artistas-artesanos y lo aprendido en la escuela, deseaba tan solo “decir algo” al mundo, algo que comprendieran con palabras.

La gente del pueblo pasaba, miraba de reojo mi trabajo, continuaban su camino y a mi plin, feliz. Siempre he admirado a quienes son capaces de vender helado a un esquimal, pero jamás de los jamases he sido vendedora, creo que es un don innato y cada cual tiene lo suyo.

De pronto apareció aquél hombre frente a mi mesa, algo delgado, de cabellos canosos y barba. Ni sé de dónde apareció, pues estaba absorta en los colores, en los niños, (dos pasiones). Brevemente me miró y fijó sus ojos en mi mesa, casi vacía, sin pronunciar palabra.
Rápidamente levantó un banderín en específico, como quien sabe lo que quiere y preguntó:”cuánto cuesta éste?”. Yo, como mala vendedora al fin, titubeé, la verdad, ni idea tenía. Tres dólares le dije, el permaneció serio, con una seriedad dulce y mirándome a los ojos durante un microsegundo, dijo: "gracias", y se fue.

Pasaron horas, no había vendido nada, llovía, cuando aquél hombre regresó y me dijo:” ¿tiene siete de estos?, son para unos niños de un taller.”
Yo estaba en shock, ahora sí me iba a dar un infarto de la emoción, pues al parecer el señor quería comprarlos y sería mi primera venta en una feria artesanal.

Hecha un manojo de nervios busqué en mi caja de producción. Sí, tenía siete, es más tenía unos doce. Mientras se me caían las cosas y me pinchaba los dedos con la tapa de mi caja, me preguntaba cuánto cobrarle.
“Ay Dioj, ¿se los dejo a dólar? Aunque, no he vendido nada... y la gasolina... y lo que nos comimos…". Los metí en funditas individuales. ¿Cuánto es? , preguntó él. Déme dos por cada uno, le dije con miedo a que no comprara nada. Jodía inseguridad, si les digo, que no sirvo para ventas.
El me dio el dinero, que ni miré y con leve sonrisa dijo gracias y se marchó apresurado.
Horas después noté que me había entregado 19 dólares, así que pensé en buscarlo y devolverle lo de más que me pagó, porque le había dicho dos dólares por cada uno, no más.

Le comenté a un compañero artesano cerca de mí y contestó: “nena, ese hombre ya se fue hace raaato, tú no sabes quien era?” No, le dije con cara de burra.”Ese es Filiberto Ojeda, mija, tú no sabes quien es él?” No, le repetí, ya con vergüenza. Fue entonces que él me contó algo de su historia y recordé algo de la noticia aquella de la “guels fargo’.
Diantre, ¿dónde diablos había estado yo metida todo ese tiempo, que no reconocía su nombre?

Nunca le ví más, al poco tiempo Filiberto abandonó su grillete.
Con respecto al banderín, era un pez tropical pintado con múltiples, brillantes colores, nadando entre corales y mar turquesa, sobre el cual leía:

“CUIDA TU MAR”.

1 comentario:

Ana dijo...

Gracias a usted!
Interesante su blog.
pa’lante!

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.